LA II EXALTACIÓN DE LA ROMERÍA DEL SALIENTE, PROCLAMADA POR DOÑA MARÍA DEL PILAR ALFONSO RODRÍGUEZ, ANUNCIA LA INMINENTE LLEGADA DE PEREGRINOS AL ROEL

El Santuario Diocesano del Saliente acogió el pasado sábado uno de sus actos más entrañables: la exaltación de la Romería que proclamó doña María del Pilar Alfonso Rodríguez, matriarca de la familia Cosentino y señalada devota de la Pequeñica.

Casi con la atardecida, la tarde del 27 de agosto fue testigo de la afluencia de distinguidos peregrinos hasta la explanada del Roel. Además del nutrido grupo de voluntarios del Santuario, al suave acento del habla albojense se sumaba la recia voz de las gentes de Macael. No era para menos, pues la exaltadora de este año – aunque nacida en Albox – desde antes de cumplir los dieciocho años es macaelera de ciudadanía y de corazón. Por eso, de una manera muy singular, destacaba la nutrida presencia de la Cofradía del Santo Rosario de Macael.

Doña María del Pilar Alfonso Rodríguez, que ha dedicado su vida a la familia y a la judicatura, llegaba rodeada de un nutrido grupo de familiares y amigos. Recogía, de este modo, el testigo que inició el pasado año el célebre periodista don Pedro Manuel de la Cruz Alonso. Recibida con flores en el atrio, llegó acompañada de su esposo: el conocido empresario don Francisco Martínez – Cosentino y estampó su firma en el salón de los Cristales.

«EL SALIENTE ES UN ESTILO DE VIDA»

En el Claustro del Santuario, aunque acostumbrado en los últimos años a este tipo de actos, se respiraba un ambiente especial. En primera fila, se situaba la representación del Ayuntamiento de Albox y la diputada provincial doña Carmen Navarro Cruz. Así mismo, la práctica totalidad de los cofrades albojenses y macaeleros. Y, en un lugar destacado, el reconocido artista don Andrés García Ibáñez, artífice de la Fundación Ibáñez – Cosentino.

Don Francisco José Castillo Caparrós, responsable de comunicación del Santuario, ejerció de brillante maestro de ceremonias de la exaltación. Doña María del Carmen García López despertó el apetito lírico de los presentes con la recitación de algunos versos marianos, poniendo su voz a los poemas de Lope de Sosa y Alejandro Tapia y Rivera. La gracia y la desbordante profesionalidad que demostró la rapsoda, aumentó el especial clima que ya reinaba en este sacro recinto.

Luego, de modo sorpresivo, fue la hija de la exaltadora, doña Pilar Martínez – Cosentino Alfonso, la que presentó a su madre. En su intervención, que hubo de interrumpir varias veces por las lágrimas, arrancó la más viva emoción de todos los oyentes. Retrató a su madre como una mujer eminentemente buena, llena de humildad y de preocupación por los necesitados. Pero, sobre todo, como una mujer de fe que sostiene el amor de la familia y esencialmente luchadora. Orgullosa, reconoció las raíces de su madre y su vinculación con el Santuario, que ha trasmitido a todos sus hijos y nietos. Llegó a decir que esta devoción es todo un estilo de vida, para entender la propia existencia y el modo de ser en el mundo.

«QUIERO HABLAR, SOBRE TODO, DE LA VIRGEN DEL SALIENTE»

Por fin, llegó el momento cumbre de toda la velada con la exaltación de doña María del Pilar Alfonso. De pie ante el auditorio, declaró desde el primer momento su intención: «Quiero hablar, sobre todo, de la Virgen del Saliente». Habló de sus primeros recuerdos, en un cortijo casi a los pies del Santuario, y las visitas dominicales a la Pequeñica para poder participar de la Santa Misa. La recogida de la almendra y la vida campestre, feliz y dura a la vez, le permitieron reflexionar acerca de la humildad y el trabajo.

Reconociéndose como peregrina, pues acaba de completar el Camino de Santiago con su hijo Eduardo y una de sus nietas, afirmó que todos somos peregrinos de la vida. De ahí, la necesidad de la fe para caminar con acierto y por la senda del bien. Una peregrinación en la que la familia ocupa el mayor de los estímulos, como ella mismo contó al hablar de su matrimonio a los dieciséis años y su maternidad, prolongada ahora en sus nietos.

Finalmente, quiso acercarse a los propios sentimientos de María Santísima durante su vida terrena e invitó a los presentes a compartir las vivencias de la Virgen. La exaltación, entonces, se volvió plegaria porque se dirigió directamente a la Pequeñica y terminó con los vítores propios de los peregrinos.

«HEMOS ASISTIDO A UN VERDADERO COLOQUIO DE MADRES»

Con un prolongado aplauso se premió la personalísima exaltación de doña María del Pilar Alfonso, levantándose todos los asistentes como expresión de merecido homenaje. El secretario del Santuario, don Juan Navarrete Ortega, se encargó del agradecimiento oficial y se le entregó un hermoso pergamino con el escudo de armas del Santuario. También se le ofreció una preciosa estampa de la Pequeñica de 1878, indulgenciada por el Obispo don José María Orberá y Carrión. La exaltadora no disimuló la impresión que le causó este regalo, que mostró orgullosa y se recreó en explicar a todos los presentes.

El Rector, don Antonio Jesús María Saldaña Martínez, cerró el acto en el Claustro con unas palabras improvisadas. Entre otras cosas, dijo: «Hemos asistido a un verdadero coloquio de madres. Tres madres han compartido sus confidencias con nosotros. Primero, la Madre del Cielo: Nuestra Señora del Saliente. Segundo, la presentadora que también es madre: Pilar hija. Tercero, nuestra exaltadora: Pilar madre, que tanto y tan bien nos ha dicho. No es que no encontremos las palabras, es que se quedan cortas para expresar tanta belleza que brotan de estos corazones maternos».

«GRACIAS, MADRE NUESTRA»

Antes de la Salve solemne, que se ofició en un iluminado templo del Santuario, doña María del Pilar Alfonso ascendió al camarín con su esposo, su madre, sus hermanos y sus nietos. Visiblemente conmovida, depositó a los pies de la sagrada imagen el ramo de flores que se le ofreció a su llegada y musitó: «Gracias, Madre nuestra». Las fotografías de familia, donde la Virgen aparece como el más querido de los miembros, se sucedieron con gran piedad.

Ya bien entrada la noche, un brindis en honor de la exaltadora abrió el cocktail que se celebró en la terraza inferior del Santuario y servido por el Restaurante – Hospedería del Saliente. Mientras, la oscuridad era vencida por las luces que traían los primeros peregrinos que subían la esforzada cuesta hasta el Santuario Diocesano del Saliente.