«TODO EMPEZÓ CON LA VIRGEN» CARTA DEL RECTOR DEL SANTUARIO DIOCESANO DEL SALIENTE AL INICIO DEL MES DE MAYO

Muy queridos peregrinos:

En estos días primerizos de la Pascua, una simpática familia que deambulaba por el claustro pidió hablarme. Con delicadeza me dieron a entender que no compartían la fe, pero que uno de sus hijos quería comunicarse conmigo. Este chico, que no tiene más de trece años, mostró un precoz desparpajo y me expresó su deseo de recibir el Bautismo. Para aproximarme a la verdadera naturaleza de su petición, le pregunté directamente: «¿Por qué quieres bautizarte?». A repique tambor me contestó: «Porque para ser amigo de Jesús, el hijo de la Virgen, necesito bautizarme y poder ser cristiano». Reconozco que su respuesta me produjo la mayor de las admiraciones, porque difícilmente podrá expresarme teología tan profunda en un castellano más austero. El resto de sus palabras, con las que contestó a mi benigno interrogatorio, ofrecieron similar claridad doctrinal y aumentó mi pasmo.

Buscando una explicación busqué la ayuda de sus padres y, aunque declararon que nada tenían que ver con la genuina atracción de su hijo, me ofrecieron la solución al enigma: «Todo empezó con la Virgen». Efectivamente, aquella familia – durante una estancia en el campo el pasado verano – se había topado de bruces con la visita extraordinaria que celebró la imagen de la Pequeñica por tierras velezanas. Y aquel niño, ajeno hasta entonces a todo aquello, sintió el aguijón de la belleza divina cuyo nombre aún desconocía. Desde su encuentro con la Virgen, abriéndose paso por sí mismo, fue descubriendo quién era aquella mujer tan querida por las gentes sencillas del campo. Y, desde la ciudad dónde reside, concatenando sus propias ideas para llegar a la conclusión que la Virgen nos lleva a Jesús y a unirnos a Él. Sí, «todo empezó con la Virgen».

Os confieso, sin pudor alguno, que cuando me declararon esto… me costó controlar la emoción y experimenté la mayor de las gratitudes a Nuestra Señora. Por eso, me adueño hoy de la frase de aquellos padres atónitos y os la repito: «Todo empezó con la Virgen». Como enseña el Concilio Vaticano II: «Con razón, pues, los santos Padres estiman a María no como un nuevo instrumento pasivo, sino como cooperadora de la Salvación humana por la libre fe y la obediencia» (Lumen Gentium, n. 56). ¡Cuántos de vosotros podríais traducir – como este niño que pide el Bautismo – estas sesudas palabras en la concreción de vuestros testimonios de peregrinos! Nuestra Señora no es una madre de manos quietas y labios silenciosos. Siempre está a favor nuestro, velándonos y haciéndonos progresar en la amistad con el Señor.

La constante actuación, benéfica y maternal, de Nuestra Señora es una constante que alegra nuestras vidas. No se trata de un apéndice piadoso a nuestra fe o un capítulo importante de la misma. En tanto descubrimos a Nuestra Señora, nada más contemplarla, nos comunica su atracción al Señor. Y, del mismo modo, quién se acerca a Jesucristo… descubre junto a Él la presencia maternal de Nuestra Señora. Cuando el Espíritu Santo cubrió a Nuestra Señora con su sombra y engendró en su seno al Hijo de Dios, estableció un irrompible vínculo entre ellos.
Los que trabajamos en esta Santa Casa – yo incluido – lo constatamos día tras día. Estoy seguro de que vosotros, en vuestras cotidianidades y responsabilidades, también experimentáis algo semejante. Nuestra Señora siempre está ahí, ayudándonos con su Corazón Inmaculado e iluminando el sendero de nuestra vida. Ampara cada una de nuestras realidades, restituye nuestra conciencia y nos recuerda la fuerza del bien frente a las asechanzas de los enemigos. No en vano, cada vez que entonamos su antífona, confesamos que Ella es: «vida, dulzura y esperanza nuestra».

Por esa misma razón, ¿cómo no rebelarse ante las soeces ofensas – blasfemias – vertidas contra su belleza virginal?, ¿cómo tolerar la sacrílega utilización de su nombre por instituciones corruptas?, ¿cómo no alzar la voz, frente a esquemas simplistas o torpes? ¡Que no nos toquen a la Santísima Virgen! Porque Nuestra Señora no es un icono cultural o un referente de edades pretéritas… ¡Es nuestra Madre, que nos guarda y la belleza más sublime de nuestra tierra!

Me atrevo a proponeros, queridos peregrinos, que cada uno de los días de este mes de mayo la queramos un poco más. Que, frente a los ataques e incomprensiones, redoblemos nuestro filial afecto a Nuestra Señora. ¿Cómo? Siendo más parecidos a Ella. Con mayor compromiso de vida, con un renovado fervor evangélico, con una vivencia eucarística más honda y auténtico amor familiar a la Iglesia.

Por supuesto que con flores; pero tened en cuenta que, ahora mismo, este Santuario no tiene ni un altar dónde disponer los ramos de vuestras ofrendas. Las deficiencias de la techumbre y de la solería del templo, así como la diletante ornamentación, exigían una respuesta digna de la sagrada imagen que aquí se venera. Están siendo meses muy duros, de gran sacrificio y no pocas preocupaciones. A la par, están siendo meses de conmovedores ejemplos de generosidad y abnegación de muchos de vosotros. Porque «todo empezó con la Virgen», sin más motivo que ese, sé que podremos seguir venciendo los obstáculos con vuestra confianza y vuestro auxilio económico. Sed dadivosos, porque vuestras limosnas hacen mucha falta.

¡Hagamos que esta Santa Casa sea, cada vez más, de Nuestra Señora! Aquí se puede llegar por caminos de santidad o senderos de curiosidad… pero las metas se unifican y podemos gritar: «Todo empezó con la Virgen».

Afmo. en Cristo, Antonio J. M. Saldaña
Rector