Hace unos cinco años recordaba en un escrito cómo, cuando era niño, el profesor de matemáticas nos explicaba las ecuaciones y se multiplicaba en ejemplos para hacernos comprender que “x” tenía un valor desconocido que teníamos que despejar y calcular.
La “x” es la imagen de la campaña de financiación de la Iglesia Católica en España. Pero antes de despejar la “x” deberías comprobar todo aquello que se esconde tras este símbolo, que es como una pequeña cruz de san Andrés, y no actúes en tus donativos con inconsciencia. La Iglesia es como una gran ecuación donde la comunión entre hermanos está cuajada de “x” con sus valores y equivalencias. La iglesia es una gran familia o no es nada.
Lo que más me sorprendía de las ecuaciones es que los términos que están a un lado “restando” pasaban al otro lado “sumando”, o los que estaban “dividiendo” pasan a colocarse en el otro lado para “multiplicar” y viceversa. De verdad, que no sólo es sorprendente sino interesante, y esto nos pasa muchas veces en la vida y así debe ser también en la Iglesia.
Sostener económicamente la diócesis, o las parroquias, o las distintas asociaciones de la Iglesia, no es nada fácil sin la aportación de todos los que nos llamamos católicos. Además, seremos más libres si podemos autofinanciarnos, sin que nadie nos tenga que echar nada en cara.
La Conferencia Episcopal lleva años insistiéndonos a las diócesis que apostemos por la trasparencia, es una obligación de justicia social: todos los fieles deben saber a dónde va su donativo y en qué y cómo se gasta. Además de la institución diocesana, todas las parroquias, movimientos, hermandades, asociaciones y grupos católicos debemos ser muy trasparentes en la utilización de nuestros bienes y recursos, pues es un derecho de los donantes. La constitución de los “consejos de economía” en nuestros grupos y parroquias, no es un buen deseo democrático, sino un mandato del Derecho Canónico.
Además, del mismo modo que por la gracia del bautismo debemos de dedicar cada uno de nosotros parte de nuestros recursos a los más desfavorecidos, por cualquier causa, así han de hacerlo también nuestras parroquias, movimientos, hermandades, grupos, asociaciones y todas las instituciones diocesanas, comenzando por mí mismo.
Cada año que pasa, cada día, igual que cualquier familia, debemos realizar un adecuado diagnóstico de la situación económica que la diócesis vive. Entre todos, debemos trazar un conveniente plan de actuación para poderlo llevar a cabo. Y finalmente, revisar el plan y adoptar medidas correctoras, buscando la simplicidad y austeridad de la Iglesia naciente.
El domingo 7 de noviembre celebramos el día de la Iglesia Diocesana, que somos nosotros, esta gran familia, los creyentes que caminamos por estas tierras de Almería. Este día de oración y de colecta de bienes, no debemos olvidar que la Iglesia es nuestra y por eso la tenemos que mantener y también evaluar. Allí donde entregues tu donativo, antes de hacerlo reflexiona: demanda claridad en todas las cuentas, exige un consejo de economía trasparente, (lo ganado con el sudor de nuestro trabajo es sagrado) y valora las necesidades. Una vez que hayas despejado la “x” y sepas el valor de lo que te juegas, actúa en consecuencia.
¡Ánimo y adelante!
+ Antonio Gómez Cantero, Obispo Coadjutor de Almería