Arte en el Roel

El portentoso y original conjunto del Santuario Diocesano del Saliente responde al fervor edilicio del Obispo don Claudio Sanz y Torres, aunque aún no se ha encontrado la documentación que arroje luz acerca del arquitecto que lo diseñó. Se baraja la hipótesis de que sus trazas se deban a fray Pedro de san Agustín, que por entonces dirigía las obras de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación de Vélez Rubio. Con todo, el modo de proceder del Obispo Sanz y Torres exige que fuera alguien de renombre entre los arquitectos que protagonizaron las postrimerías del Barroco y no se descarta al mismísimo don Ventura Rodríguez. La enfermedad del Prelado, así como sus problemas con la Corona, forzaron las modificaciones y cambios en el proyecto original. Parece probado que, finalmente, don Francisco Antonio de Testa dirigiera la conclusión de las obras y hasta se encargase del desaparecido retablo. En los siguientes siglos, las distintas necesidades han continuado variando los espacios del edificio.

El edificio ocupa un rectángulo de cincuenta y cinco metros con treinta centímetros por cuarenta y cinco metros con siete centímetros. Sigue una organización palaciega, en la que se integra el templo y dos patios desde donde se distribuyen diversas estancias. Debido al desnivel del terreno, la fachada oriental hace que se engrandezcan los rotundos volúmenes del templo y del palacio episcopal. La mayor parte es obra de mampostería, protegida con enlucido de cal, ladrillo y sillería en buena parte de los vanos, esquinas y en la fachada principal.

La fachada principal, es la única ejecutada en sillería y provista de decoración. Se muestra algo desequilibrada por el paramento de original espadaña, aunque compensada por el rotundo espacio del palacio episcopal. Destaca el amplio arco de medio punto con su rosca moldurada y clave resaltada por voluta enmarcada entre dos pilastras toscanas de fuste rehundido sobre altos plintos. Una hornacina vacía corona el conjunto, sobre entablamento con arquitrabe de platabandas y enmarcada por pilastras toscanas. En la cúspide, aparece un frontón circular con dos volutas de gran esbeltez. Dos ventanas, de marco moldurado y frontones triangulares, rematan la decoración.

Arte en el Roel
Arte en el Roel

A través del atrio, que consta de tres artísticas puertas labradas con emblemas marianos, se accede al templo. La nave está reforzada por pilastras toscanas, que sostienen un elegante entablamento, en el que se superponen arquitrabe con platabandas, friso liso y cornisa con dentellones. Una bóveda de cañón con claves pinjantes cubre los muros, reforzada por arcos fajones y diversos lunetos. La nave muere en el crucero, protagonizado por una cúpula sobre arcos torales con pechinas de cartelas ovales de simbología mariana. La luz, que entra a través de los óculos, acentúa su ligereza. En el crucero se abren los tres ábsides, albergando el central el altar y la visión al camarín de la Pequeñica. La ornamentación del templo ha variado mucho con la sucesión de los siglos, simplificándose hasta rayar la desnudez arquitectónica. La Persecución Religiosa del siglo XX destrozó el retablo original. Se encargó al artista indaliano don Jesús de Perceval la nueva decoración, pero ésta se suprimió tras la reforma de 1987.

El claustro, de planta rectangular y con dieciocho arcos carpaneles sobre pilares de sección rectangular, esconde un aljibe cruciforme que se adivina por el brocal del pozo central. Desde aquí se distribuyen las antiguas estancias del palacio episcopal, compuesto por dos plantas que se comunican por unas escaleras de exquisita rejería. Dos balcones, uno original y otro del pasado siglo, ofrecen espléndidas panorámicas.

Al costado derecho del templo se adosan, alineadas en un largo pasillo, las antiguas estancias del capellán. En la planta inferior, actualmente, podemos encontrar la sala rectoral, la biblioteca, la antesacristía y la sacristía.

El patio posterior, abierto al exterior por su propio portón, daba servicio a la antigua hospedería que posteriormente fue convertido en corral. Junto a éste, tras un gran salón, se encuentran las antiguas cocina y refectorio del Santuario.