Día quinto
Soberana y divina Ester, Madre nuestra amadísima del Saliente, Abogada nuestra en la presencia de Dios, poderosa tutelar de los albojenses y de todos tus devotos; desde el día venturoso en que os vimos bajar del Santuario que os fabricó la piedad de nuestros mayores, y entrar en nuestro pueblo como visión celestial, entre las aclamaciones de ingente muchedumbre, desde entonces, Madre nuestra, te proclamamos una vez más protectora de nuestra vida, al sentir que nuestra fe se robustecía, que era más firme nuestra esperanza y más ardiente nuestra caridad. Sean éstas las virtudes que bajo tus cuidados arraiguen y fructifiquen en nuestras almas como medio seguro de verte eternamente en el Cielo. Amén.
Día sexto
Amadísima Virgen María, alegría de los cielos, encanto de la tierra y terror del infierno. Virgen pura e inmaculada, que iluminastes las densas oscuridades que el primer pecado extendió sobre la tierra, y destrozastes la cabeza del infernal dragón que, por un instante, soñó ser el Soberano de las almas; a tu patrocinio recurrimos ahora y en todos los momentos de nuesexistencia para que como Madre nos defiendas en la adversidad, nos salves en los peligros y en los momentos de la agonía nos libres de los enemigos del alma, y en la muerte nos abras las puertas del cielo. ¡Sálvanos, Madre nuestra del Saliente, y salva a todos tus devotos para que todos tengamos la dicha de verte y gozarte eternamente en el Cielo. Amén.
Día séptimo
¡Oh Virgen hermosísima y Madre nuestra del Saliente, refugio de pecadores y consuelo de afligidos. Bajo tu amparo nos ponemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades. Es verdad que nuestros pecados nos hacen indignos de tu protección, pero no hemos renunciado a ser hijos tuyos y al derecho de llamarte nuestra Madre. Hoy llegamos a vuestra presencia, contritos y arrepentidos, implorando el perdón de nuestros pasados extravíos, y dolidos de nuestra negra ingratitud te suplicamos. Madre nuestra del Saliente, apartes de nosotros los males que nos rodean; concédenos la lluvia para nuestros campos, la abundancia de los frutos de la tierra y el término de la sequía, para que teniendo lo necesario para la vida, esperemos con más confianza los bienes eternos del Cielo. Amén.
Día octavo
Virgen gloriosísima y Madre nuestra del Saliente; iris de paz puesto por Dios en los horizontes de nuestra existencia; Vos, Señora y Madre nuestra, que habéis merecido ser el canal por donde lleguen a nosotros todas las gracias, y a cuyo ruego la justicia cede el lugar a la misericordia, pide hasta lograr que el Corazón Sacratísimo de Jesús se compadezca de nosotros, y aleje todas las miserias y calamidades que nos rodean. En tus bondades ponemos nuestra confianza, no desoigas nuestras súplicas, no nos niegues la gracia de devolver a nuestras tierras la fecundidad que han perdido; que nuestras fuentes sean tan abundantes en agua como abundante en gracias es vuestro corazón de Madre; aleja de nosotros el horrible espectro del hambre y de la miseria, y si otra fuese la voluntad de Dios, haz que de estos males saquemos abundancia de bienes espirituales que nos hagan dignos de verte y gozarte eternamente en el cielo. Amén.
Día noveno
¡Oh Virgen purísima, concebida en la mente del Altísimo como la criatura más bella y perfecta de la Creación; aurora benditísima que anunciaste la venida del Sol de justicia, Cristo Jesús y mereciste por tu humildad, que el Eterno te eligiera para Madre del Verbo Divino, por lo que todas las generaciones te aclaman bienaventurada. Madre nuestra del Saliente, en tus manos ponemos nuestra suerte y esperamos alcanzar por tu intercesión todos los bienes espirituales que necesitamos para conseguir nuestra salvación. Madre mía del Saliente, oye nuestras súplicas, acoge nuestros deseos y concédenos la muerte del justo para que eternamente celebremos las misericordias de Dios y las bondades de tu corazón de Madre. Amén.