EL SANTUARIO DIOCESANO DEL SALIENTE DESVELA LA PRIMERA DE LAS PINTURAS DEL ARTISTA ANDRÉS GARCÍA IBÁÑEZ QUE ORNAMENTARÁN EL TEMPLO DE LA PEQUEÑICA

Con motivo de la fiesta del beato Juan Ibáñez, el Santuario Diocesano del Saliente ha desvelado una de la veintena de nuevas pinturas del artista Andrés García Ibáñez que ornamentarán el templo que acoge la venerada imagen de Nuestra Señora de los Desamparados del Buen Retiro del Saliente Coronada.

CINCO DÍAS DE TRABAJO PARA UNA OBRA DE ARTE

La impresionante obra del artista Andrés García Ibáñez es un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones, nada menos que dos metros y setenta centímetros de largo por un metro y cincuenta y cinco centímetros de ancho. Con gran viveza de color y extraordinario dinamismo, la austeridad de los ropajes de los dos personajes representados contrasta con el virtuosismo del olivo que los cobija y la luminosidad del paisaje mostrado.

Tras una simpática sesión de modelaje, realizada en unos centenarios olivos junto a la Casa – Museo Ibáñez en Olula del Río, el artista trabajó casi a tiempo completo desde el dieciséis y el veintiuno de agosto del presente año. Cinco días dedicados, con toda su genialidad artística, a esta maravillosa creación de innegable resultado vitalista y mediterráneo.

UN ÓLEO MUY ESPECIAL Y CON MUCHA HISTORIA

El óleo rinde tributo al beato Juan Ibáñez, beatificado por el papa Francisco en 2017, y que fuera capellán del propio Santuario durante un cuarto de siglo. Este sacerdote mártir, que introdujo en movimiento scout en Almería y figura señera del sindicalismo católico, trabajó mucho durante el primer intento de la coronación canónica de la imagen de la Pequeñica. Además, durante la terrible sequía de 1928, promovió unas fructíferas rogativas al Santuario, que le hicieron merecedor del agradecimiento del obispo de entonces, fray Bernardo Martínez Noval.

Sobre la escena mostrada por en el óleo, el rector, don Antonio Jesús María Saldaña Martínez, confiesa: «Estábamos dilucidando cómo representar a nuestro querido Beato cuando, sin esperarlo, una anciana vino espontáneamente a ofrecernos el emocionado testimonio legado por su padre. Según nos dijo, el beato Juan Ibáñez visitó el paraje de la Aljambra donde transcurrió la infancia de su progenitor. Al percatarse de su analfabetismo, el beato Juan se propuso educarlo. Resguardado por la sombra de un olivo, y sabedor de su miseria, declinó el uso de cuadernos. Sobre la misma tierra, y con la ayuda de un palo, le fue instruyendo en el abecedario y la composición de las palabras. La bondad de su maestro, así como la fortaleza de su posterior martirio en 1936, marcaron al pequeño y no lo olvidó nunca. Según su hija, hasta su muerte siguió venerándolo».

Como curiosidad, esta es la tercera representación que Andrés García Ibáñez hace de este Beato con el que comparte apellido. En sus inicios artísticos, hacia el año 1996, lo retrató por primera vez en la Iglesia Parroquial de santa María Magdalena de los Molinos. Más tarde, en 2019, realizó un soberbio óleo colocado – precisamente – sobre su sepulcro en la capilla de la Resurrección de la Iglesia Parroquial de la Concepción de la Loma de san Francisco. Y, ahora, esta última representación igualmente maravillosa.

UNO DE UNA VEINTENA DE OBRAS DE ARTE

Este óleo, que irá enmarcado en un retablo de madera de iroko diseñado también por Andrés García Ibáñez, protagonizará el ábside lateral de la nave de la epístola. Bajo el mismo, se custodiará una reliquia del beato Juan Ibáñez en un pequeño altar de piedra. Encima, sobre la misma techumbre, el artista ha pintado el capítulo séptimo del Apocalipsis; que habla de las vestiduras blancas que recibirán los mártires por su fidelidad a Jesucristo.

Forma parte de la apabullante veintena de creaciones, ya sea en lienzos o en frescos, que Andrés García Ibáñez está disponiendo para la nueva ornamentación del inacabado proyecto que concibiera el obispo don Claudio Sanz y Torres en 1764. Máxima expresión de su genialidad, con una iconografía centrada en el Apocalipsis que explica la iconografía de la Pequeñica, y en la que lleva trabajando desde 2019.

En el momento actual, los obreros – bajo la dirección del arquitecto don Francisco Carrasco Pérez – se afanan en la nueva solería del templo, cuyos materiales han sido donados por el Grupo Cosentino. Un trabajo titánico, que dentro de poco cumplirá su primer año desde el inicio de las obras, que tiene su meta en el Jubileo de 2025. Un esfuerzo por poner a punto la “capilla sixtina almeriense”.