Sagrada Imagen

« Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está en cinta […]. Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo […]. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a  su hijo cuando lo diera a luz. Y dio a luz un hijo varón , el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono.» (Ap 12, 1-5).

Este texto sagrado del Apocalipsis queda plasmado, de manera sublime, en la talla de cincuenta y ocho centímetros que configura la sagrada imagen de Nuestra Señora. Labrada en madera de tilo, se inscribe dentro de la tradición granadina que iniciara Alonso de Mena para las imágenes devocionales de culto doméstico de pequeño formato. El excepcional virtuosismo de la talla hace que, para algunos estudiosos, solo pueda responder a la mejor gubia del siglo XVII español: Luisa Ignacia Roldán Villavicencio la Roldana.

El diminuto conjunto escultórico tiene a Nuestra Señora como centro de la composición, de brillante carnadura y ojos claros que se elevan al cielo. El cabello, de bellísimos bucles, se desparrama por sus hombros y espalda. Vestida con una túnica en blanco estofado, los pliegues resaltan el vientre grávido que delata su preñez. Del vientre a la cabeza Nuestra Señora está aureolada por un manto azul estrellado. Flotando en el espacio, se pliega en sus delicados brazos recogidos en actitud de oración. Los níveos pies de Nuestra Señora descansan en la luna.

Dos esbeltos ángeles, vestidos con ropas militares, sostienen con suma gracia a Nuestra Señora. Justo debajo, el horripilante dragón apocalíptico, experimenta su derrota y contrasta su fealdad con la belleza de los divinos personajes.

El pedestal original se sustituyó en el siglo XIX para adecuarlo al gusto inmaculista de la época, colocándole una desproporcionada nube plateada de la que brotaban varios angelotes. Con el objetivo de recrear el aspecto primitivo, en el taller granadino de don Rafael Moreno se realizó uno nuevo de plata que sostiene la sagrada imagen desde 1981.

En el año 2014 la sagrada imagen fue satisfactoriamente restaurada por don Joaquín Gilabert López.

La iconografía de la sagrada imagen de Nuestra Señora del Saliente nace de la contemplación de la Sagrada Escritura, enraizándose en la vida de la Iglesia. El Santo Padre Francisco, al comentar estos versículos, nos enseña:

« El pasaje del Apocalipsis presenta la visión de la lucha entre la mujer y el dragón. La figura de la mujer, que representa a la Iglesia, aparece por una parte gloriosa, triunfante, y por otra con dolores. Así es en efecto la Iglesia: si en el Cielo ya participa de la gloria de su Señor, en la historia vive continuamente las pruebas y desafíos que comporta el conflicto entre Dios y el maligno, el enemigo de siempre. En esta lucha que los discípulos de Jesús han de sostener – todos nosotros, todos los discípulos de Jesús debemos sostener esta lucha –, María no les deja solos; la Madre de Cristo y de la Iglesia está siempre con nosotros. Siempre camina con nosotros, está con nosotros. También María participa, en cierto sentido, de esta doble condición. Ella, naturalmente, ha entrado definitivamente en la gloria del Cielo. Pero esto no significa que esté lejos, que se separe de nosotros; María, por el contrario, nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal. » (Homilía del Santo Padre Francisco, Santa Misa en la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, Castelgandolfo, 15 de agosto de 2013).